A lo largo de la Historia de la Humanidad, se han otorgado diferentes significados a la expresión “genius loci”, que refleja la necesidad del hombre de entender algo más que una presencia y morfología en los lugares. El fragmento de parcela en la que se ha erigido este nuevo edificio del colegio Oak House School, estaba cargado de sentido paisajístico y valores de la propia comunidad. Una de las misiones de este proyecto, ha sido escuchar ese sentido y conservar esos valores.
El proyecto encuentra su forma en el lugar en el que se implanta. Para un área de movimiento muy acotada por parámetros urbanísticos, elementos naturales e infraestructuras urbanas, se diseñaron diferentes estrategias que conciliaron en una única forma. La fragmentación en dos volúmenes responde a la necesidad de aportar iluminación y ventilación naturales a la mayor cantidad de superficie de fachada. La disposición de estos volúmenes responde a la exposición al sur de la mayor cantidad de la envolvente vertical. Su ubicación, a la conservación del espacio de recreo de la villa original: el denominado french garden.
La división en dos fases materiales claramente reconocibles, una semienterrada de hormigón blanco y una aérea de madera clara, responde a la abrupta topografía en que se traduce el suelo rocoso del enclave en el encuentro entre la falda de la sierra de Collserola y la plataforma costera.
La forma final es resultado del diálogo entre estas estrategias: dos fases materiales separadas por una franja transparente. Sobre ella, dos pabellones de madera cruda suspendidos, dialogan y enmarcan la torre de la villa original. Bajo ella, un sistema de muros de hormigón blanco hincado en el terreno, domestica la topografía, configura las circulaciones interiores de la parcela y aloja un pequeño campus preuniversitario en el antiguo french garden.
Desde el punto de vista constructivo, la solución de este proyecto abunda en esa dialéctica entre la fase inferior y superior. El aludido sistema constructivo inferior es “monolítico”, es decir, que se resuelve con una sola capa de material. En la fase superior, por contra, el sistema envolvente es una fachada ventilada multicapa de junta seca de madera. Uno masiva, el otro ligero.
La fase “monolítica”, en la que un sólo material sostiene, aísla, reviste o contiene las instalaciones, es el modo en el que se ha construido durante siglos: los templos griegos, los palacios florentinos, las catedrales góticas o las casas tradicionales de adobe. Hoy día, se han “optimizado” los sistemas, rechazando este modo de construir. Sin embargo, existen en el mercado nuevos materiales que permiten actualizar este modo de construcción: los hormigones ligeros estructurales (HLE). Éstos modifican los componentes de su dosificación, eliminando los más pesados y sustituyéndolos por otros más ligeros. De este modo se reduce enormemente la densidad del material, aumentando su capacidad aislante sin disminuir su capacidad resistente. Apoyándonos en el I+D de CEMEX, solicitamos en fase de proyecto la posibilidad de crear un hormigón a medida con una transmisión térmica determinada y una resistencia garantizada, para un hormigón de acabado visto blanco, tanto interior como exterior. Se hicieron pruebas de laboratorio, y se prescribió el HLE blanco (INSULARIS) que finalmente se ha utilizado, consiguiendo el confort necesario, eso sí con un gran espesor (45cm), pero con la presencia de un monolitismo contemporáneo.